Experiencias Vocacionales

“Como están tus hijos?
“Están los dos estupendamente, gracias”
“¿Qué edad tienen?”
“El médico, tres años; el abogado, cinco”
(Anthony de Mello, S.J. La oración de la rana)

Es tan propio desde la mirada de los adultos ver a nuestros niños y jóvenes con una proyección en el futuro; pareciera que lo más legítimo es pensar que ellos están hechos para conseguir una vida de realización plena, con un permanente bienestar. De ahí que en el intento de proporcionarles siempre los espacios, herramientas y situaciones más propicios para que aquello ocurra como tal, se entreguen tantas de las palabras y orientaciones con las cuales finalmente ellos levantarán su discurso argumentativo respecto de su elección vocacional.
¿Pero cómo saber si esos mensajes son realmente los apropiados, los verdaderamente correctos y los que definitivamente proporcionan claridad y no generan finalmente más confusión aún?

De tal modo y ante tal premisa, cabe preguntarse:
¿Cuáles son los mensajes más comunes, que desde su entorno y principalmente de los adultos, reciben nuestros estudiantes? ¿Estamos decodificando correctamente esos mensajes para poder llegar a aclarar correctamente sus dudas vocacionales o, por el contrario, estamos confundiéndoles aún más?
Al formularles tales preguntas, los jóvenes señalan: algunos de los mensajes que nos entregan bastante tranquilidad son:
“Estudia lo que te apasiona; sólo así serás el mejor y feliz”. “En la decisión que tomes te apoyaremos incondicionalmente”. “Considera tus habilidades, tus intereses y tus rasgos de personalidad en la elección que hagas”. “Responde a la pregunta qué tipo de persona quieres ser y podrás saber qué quieres hacer”
Por otra parte aquéllos que nos tienden a confundir son:
“Estudia lo que todos estudian…no te arriesgues con esta carrera nueva, no encontrarás pega”. “Estudia aquello que te genere un buen sueldo”. “Toma bien la decisión, porque lo que elijas será lo que harás por el resto de tu vida”. “No estudies esta carrera, porque te vas a morir de hambre”. “No te preocupes, no quiero que te estreses, si te va mal vemos luego otra opción”. “Estudia exclusivamente aquello para lo cual tienes habilidades”. “No estudies esa carrera , porque está saturada”
Son nuestros mismos estudiantes, en esta oportunidad alumnos de Tercer año Medio, quienes hacen el análisis. De tal manera cabe la gran necesidad luego, como adultos, de evaluar y revisar críticamente cada una de aquellas declaraciones que con tan buena intención se entregan, pero que como ya se ve, no sólo se pueden valer de aquélla.
Por razones del límite de extensión del escrito aquí presentado, no es posible realizar un análisis exhaustivo de cada una de las declaraciones señaladas; sin embargo, sólo como motivación a la realización personal de un ejercicio analítico-reflexivo de nuestros discursos, la invitación es a pensar. Por ejemplo:
Si las Universidades han decidido impartir nuevas carreras, ¿No será porque definitivamente los estudios realizados demuestran que el mundo que avanza, requiere ya de nuevas destrezas, conocimientos y habilidades que quizás en otras profesiones más tradicionales no se consideran y, por lo tanto, no es tan cierto que no existan posibilidades laborales?
Cuando se aconseja dar prioridad a aquello que exclusivamente genere un bienestar económico, lo cual ciertamente es un factor a considerar dentro de otros tantos, ¿Se están mirando las demás gratificaciones fundamentales que en la vida se han de conseguir para llegar a la realización de un ser humano más bien integral: como el sentirse grato en lo que hace, dónde lo hace y con quién o con quiénes lo hace, el saberse conocedor de su tarea, sentirse, agradecido y agradado?
Cuando por otra parte, en tono de advertencia se les señala que lo que elijan, lo tendrán que hacer por el resto de sus vidas, ¿No será que estamos proyectando en ellos la percepción personal acerca de que el trabajo es la única o primaria realidad constitutiva de la vida, inscribiendo en ellos el desesperanzador lema “hay vivir para trabajar y no trabajar para vivir”?
Frente a la premisa de dar prioridad a las habilidades antes que a los intereses ¿No se estará dejando de ver que las habilidades tanto cognitivas como metacognitivas se aprenden, se mejoran y se perfeccionan? (D. Aprendizaje Profundo UC, 2018). Al respecto, ¿Dónde quedan los gustos y las afinidades que se pueda tener o no tener con todo aquello que rodea y constituye a la profesión en cuanto tal y que no sólo consta de tener habilidades relacionadas con sus materias?
Cuando se considera importante advertirles respecto de que no elijan tal o cual carrera, porque está “saturada” en el mercado, ¿Podemos ver que quizás estamos poniendo límites y peor aún, término a un interés personal profundo y legítimo, al cual probablemente no fue fácil llegar?. Por otra parte, ¿Se ha considerado que hoy por hoy las posibilidades de que las carreras, todas, se proyecten hacia otros ámbitos, teniendo el profesional la capacidad de reinventarse e integrar sus conocimientos y experticias en otras áreas que ya no son sólo de exclusividad de aquellos puestos de trabajos como requisito fundamental para conseguir éxito en lo que verdaderamente se quiere hacer?
Finalmente el asistencialismo y sobreprotección que se proporciona ante la primera situación de cansancio por el esfuerzo y laborío realizado, con declaraciones como: “No te preocupes, no te esfuerces tanto, no quiero que te estreses, prefiero que seas feliz” vale sin duda la pena considerar las palabras de Silvia Langford, quien señala:
“Humberto Maturana dice que no hay ningún niño que le guste que le vaya mal en la vida, pero los adultos les hemos quitado la posibilidad de hacerlo. Les hemos dicho que rápido, fácil y entretenido es el camino, pero nadie logra nada con eso y, en cambio, nos parece terrible decirle que trabajo sistemático, esfuerzo y disciplina es igual a logros” (Langford, 2014)
Definitivamente no hay una única respuesta ni un único mensaje para proporcionar la respuesta a la pregunta vocacional. La actitud propia del sujeto que desea construir autónomamente su proyecto de vida, habrá de saber dilucidar de entre las tantas palabras y discursos lo pertinente y no pertinente de considerar. Por otra parte quienes nos esmeramos en proporcionar las mejores orientaciones, debemos saber decodificar primero cada palabra que con tan buena intención y aprecio se proporciona. Y finalmente tantos niños, jóvenes y adultos conjuntamente considerar, que:
“Lo más verdadero que tal vez pueda decirse de la vocación, es que su seguimiento, la lealtad a ella, es la única actitud que produce crecimiento y desarrollo de la intimidad” (Gabriel Castillo I.: Vocación y Orientación)

María José Pacheco Yáñez.
Encargada Acciones Vocacionales.